Hermandades Sacramentales: Origen, evolución y trascendencia

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"Agnus Dei", Francisco de Zurbarán, 1635-1640 (Museo Nacional del Prado)

“Tres jueves tiene el año que relucen más que el sol: Corpus Christi, Jueves Santo y el día de la Ascensión”. Esta frase adquiere una connotación sustancial en el día en que nos encontramos, donde rememoramos la trascendencia de la institución de la Eucaristía mediante la celebración de los oficios y la adoración al Santísimo Sacramento del altar. En este sentido, resulta fundamental resaltar la importancia que adquiere el Santísimo en todas aquellas hermandades sacramentales, erigidas para fomentar el culto y celebración del misterio eucarístico, ejemplo de las cuales es nuestra Hermandad salesiana del Prendimiento.

A este respecto, es interesante comprender que las hermandades sacramentales a lo largo de su dilatada historia han desarrollado diversos actos en honor a Jesús Sacramentado, si bien es cierto que actualmente un gran número de hermandades penitenciales han impulsado a su vez el culto al Santísimo, no siendo esto lo habitual antiguamente, puesto que carecían de ese carácter sacramental. Por ello es preciso señalar que asistimos a una revitalización de las hermandades sacramentales a través de las de penitencia, desempeñando una labor esencial en cuanto a la dignificación y culto del Cuerpo de Cristo, presente en la Eucaristía.

«La Santa Cena», Pablo de Céspedes, 1593-1595 (Santa Iglesia Catedral de Córdoba)

A lo largo de los siglos hay hermandades penitenciales que, como en el caso de Córdoba, se fusionaron con hermandades sacramentales, concibiéndose en la actualidad como hermandades penitenciales sacramentales. Pero debemos remontarnos precisamente a la segunda mitad del siglo XV, cuando el culto al Santísimo Sacramento se consolida en Córdoba, tal y como sucedió en otros lugares de España, alcanzando gran importancia a partir del siglo XVI, coincidiendo con la eclosión de las cofradías sacramentales y el aumento del culto eucarístico, como consecuencia del impulso por parte de la Compañía de Jesús y las directrices emanadas del Concilio de Trento, las cuales fueron decisivas en su potenciación como respuesta a la reforma protestante.

Todo ello justifica la proliferación de hermandades sacramentales a lo largo de los siglos XVI y XVII, llevándose a cabo incluso la celebración del Corpus Christi cuyos orígenes, al igual que en otros núcleos urbanos de la por entonces Corona de Castilla, a la que pertenecía el territorio de Córdoba, se remontan a la época bajomedieval, momento en que se fortalece el culto al Santísimo como hacíamos alusión. En este contexto es importante recalcar que el culto a la Eucaristía ya se inicia como respuesta a las herejías de principios del siglo XI, dado el cuestionamiento a nivel europeo sobre la presencia real de Cristo en la Eucaristía. Por este motivo, a partir de entonces estas hermandades irían cobrando especial importancia, pero fundamentalmente a partir del siglo XV, comenzando a constituirse varias de ellas, así como procesiones eucarísticas con el fin de atraer la atención de los fieles sobre el misterio eucarístico.

En el caso de Córdoba, a finales de la década de los veinte del siglo XVI se constata la fundación de diversas cofradías bajo la advocación de la Sangre de Jesucristo y del Sagrario, como consecuencia de la influencia del movimiento propagador auspiciado por Teresa Enríquez y Gutierrez de Cárdenas, conocida como “La Loca del Sacramento”. Constituye una figura esencial por tanto en la fundación y desarrollo de las cofradías con esta idiosincrasia tan peculiar que comenzaron a surgir en este momento, ya que fue la primera en fundar una hermandad dedicada a la devoción al Santísimo Sacramento en su retiro toledano de Torrijos tras abandonar su vida cortesana, comenzando a partir de entonces a atender a enfermos y empleando parte de sus rentas a la redención de cautivos confiando la labor a mercedarios y trinitarios, intensificando aún más la devoción al Santísimo.

En esta línea, otra figura determinante en relación a la proliferación de hermandades sacramentales en el primer tercio del siglo XVI fue el papa Julio II quien, mediante su bula “Pastoris Aeternis” expedida en Roma en 1508, concedió por petición expresa de la citada Teresa Enríquez una serie de ruegos como la de erigir cofradías sacramentales en todas las parroquias de los reinos de Castilla y Aragón, otorgando indultos y privilegios para las cofradías eucarísticas que se iban instituyendo bajo el patrocinio de esta dama.

Así las cosas, conviene tener en consideración además de ello, que todas estas hermandades que fueron constituyéndose debieron su origen y gran parte de su desarrollo a la Hermandad Sacramental de San Lorenzo in Dámaso en Roma, en la que el papa León X concedía mediante bula todos los privilegios que ésta disfrutaba para aquellas corporaciones que se fundasen bajo la advocación del Santísimo Sacramento. Todo ello permitió una mayor proliferación de las mismas, nutriéndose de un gran patrimonio litúrgico, histórico y material, aumentada si cabe tras el Concilio de Trento.

Procesión eucarística, Hermandad del Prendimiento, Córdoba

Dentro de este marco, es preciso señalar que varias hermandades sacramentales se unieron a las de Ánimas, como consecuencia del debilitamiento de éstas en el número de hermanos y en la acción que desarrollaban dentro de ellas, como el caso de la Hermandad del Remedio de Ánimas de Córdoba, heredera de la Hermandad Sacramental que radicaba en la parroquia de San Lorenzo y que se unió a la Cofradía de Ánimas en 1583. Por su parte, la Hermandad de los Santos Mártires, con sede en la iglesia de San Pedro fundada en 1673, se fusionaría con la Hermandad del Santísimo Sacramento en 1741, título que heredaría la Hermandad de la Misericordia al fusionarse con éstas en el año 2000. De hecho, a diferencia del resto de hermandades sacramentales que encontramos en nuestra ciudad, la de San Pedro fue la única que no se extinguió, puesto que Ánimas llegó a refundarse.

Como contraste, en otros enclaves de la geografía andaluza como el caso de Sevilla se multiplicó exponencialmente el número de cofradías sacramentales, siendo pionera la Hermandad Sacramental del Sagrario de la Catedral, fundada por Teresa Enríquez en 1511, año en que llegó a Sevilla como integrante del séquito del Rey Fernando el Católico. En este sentido, ya desde esa fecha, la formación de Hermandades Sacramentales, que se encontraban desligadas de las penitenciales hasta la unificación de las mismas ya en centurias posteriores, fue toda una constante.

En Córdoba, además de las ya citadas hermandades de Ánimas y Misericordia respectivamente, en la actualidad son numerosas las que entre sus actos incluyen el culto al Santísimo Sacramento, como es el caso de las hermandades de la Merced, la Estrella, la Vera-Cruz, la Sentencia, la Agonía, la Sangre, la Sagrada Cena, la Soledad, Presentación al Pueblo, así como nuestra Hermandad del Prendimiento. En este sentido, de una u otra forma, a pesar de no contar con la trayectoria histórica de otras hermandades respecto a esta cuestión, mantenemos la tradición de aquellas vigentes en la Edad Media y Moderna.

Tal es así que nuestra hermandad desarrolla diversos actos que entroncan con las características de las antiguas cofradías del Santísimo Sacramento, como el montaje y adoración al monumento del Jueves Santo, así como al Santísimo en cada estación de penitencia y celebración de quinario y triduo, la procesión del Corpus por las calles de nuestra feligresía, además de la realización en la octava del Corpus del triduo sacramental.

Altar Triduo Sacramental de la Hermandad del Prendimiento, Córdoba

De esta manera, nuestra hermandad, al igual que otras muchas constituyen un pilar esencial en la revalorización de las hermandades sacramentales en nuestra ciudad. Es por ello que a lo largo de toda la actividad anual se contempla el culto al Santísimo Sacramento del Altar, recibiendo por tanto el distintivo de Hermandad penitencial y Sacramental, uniéndonos a esa importancia de fomentar la devoción hacia el misterio eucarístico.

Más si cabe, para nuestra hermandad salesiana, el culto a la Eucaristía y la devoción a María Santísima constituyen los dos pilares esenciales sobre los que se fundamenta nuestra fe, siguiendo el sueño de Don Bosco, en el que un barco estaba a punto de naufragar por los ataques que recibía de sus enemigos, siendo guiado por el Papa hacia dos columnas que emergieron del mar, tal y como relata en sus memorias: “en medio de la inmensidad del mar se levantan, sobre las olas, dos robustas columnas, muy altas, poco distante la una de la otra. Sobre una de ellas campea la estatua de la Virgen Inmaculada, a cuyos pies se ve un amplio cartel con esta inscripción: Auxilium Christianorum. Sobre la otra columna, que es mucho más alta y más gruesa, hay una Hostia de tamaño proporcionado al pedestal y debajo de ella otro cartel con estas palabras: Salus credentium”. Por este motivo, el Santísimo Sacramento goza de una gran significación para nuestra hermandad, potenciando la Eucaristía y adoración al que es “Salus credentium”, y que cada Jueves Santo conmemoramos de una forma singular.

N.H.D. Javier Espejo Ramírez 

Prioste segundo y estudiante del doble grado en Historia e Historia del Arte

Bibliografía:

  • ARANDA DONCEL, J. “La fiesta del Corpus Christi en la Córdoba de los siglos XVI y XVII” en Religiosidad y ceremonias en torno a la Eucaristía: actas del simposium 1/4-IX-2003, Ediciones Escurialenses, 2003, pp. 281-334.
  • ARANDA DONCEL, J. “Las cofradías del Santísimo Sacramento y la fiesta del Corpus durante los siglos XVI y XVII en Córdoba”, en Minerva. Liturgia, fiesta y fraternidad en el barroco español: actas del I Congreso Nacional de Historia de las Cofradías Sacramentales, Sepúlveda, 2008, pp. 273-297.
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