El Prendimiento de Jesús: Iconografía pasionista

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La captura de Cristo (Caravaggio, 1602)

La escena del Prendimiento de Cristo en el huerto de Getsemaní, con la que comienzan buena parte de los ciclos pasionistas, aparece representada en numerosos repertorios iconográficos. En este sentido, con anterioridad a la eclosión en el plano escultórico a partir de los siglos XVII y XVIII respectivamente, el misterio del prendimiento resulta complejo de hallar en imaginería exenta, no así en relieves, como el caso de retablos, y en pintura. A este respecto conviene tener en consideración que hasta el siglo V d.C, la Pasión no se representaba, aludiendo a una cuestión meramente simbólica, encontrando los primeros atisbos de esta iconografía pasionista en el contexto de los últimos siglos de la Edad Media.

Figura 1: "Prendimiento de Jesús", Biblia de Ávila, segundo cuarto del siglo XII
Fig. 1: «Prendimiento de Jesús», Biblia de Ávila, segundo cuarto del siglo XII

De esta manera, dentro del período románico son numerosas las obras que rememoran este pasaje bíblico, como el caso de la arquivolta de la Iglesia de Santo Domingo de Soria, enfatizando en la funcionalidad pedagógica que adquiere el arte románico despojando a la obra de todo preciosismo formal. Asimismo, en la Biblia de Ávila (fig.1), realizada en el segundo cuarto del siglo XII, se hace alusión a este momento junto con otras miniaturas que refuerzan la vinculación entre este arte y la liturgia pasionista.

En todos estos repertorios podemos analizar la veracidad en cuanto a la interpretación de este pasaje y su cristalización en cada una de las manifestaciones artísticas realizadas, como así lo pone de manifiesto a su vez el propio Duccio di Buoninsegna en su “Prendimiento de Cristo” de 1311, donde Pedro aparece cortando la oreja a Malco, mientras Cristo recibe el beso traicionero de Judas. Esta tendencia perdura en el Trecento italiano, encontrando obras tan esenciales realizadas por Giotto, en la Capilla de los Scrovegni (fig.2). Sin duda, sería a partir del Renacimiento cuando se consolida la iconografía pasionista fruto de la circulación de estampas en toda Europa realizadas por Durero, tratando la representación, entre otros motivos, del prendimiento de Cristo (fig.3), de la que comenzarían a beber numerosos artistas.

Ello justifica el desarrollo de esta iconografía en España como lo evidencia el caso de Luis de Vargas, cuya obra se conserva en el Museo de Bellas Artes de Sevilla, o el propio Van Dyck, que inunda a su “Prendimiento de Cristo” de una carga dramática al mismo tiempo que realista dada la influencia flamenca del pintor. En Córdoba, uno de los ejemplos más antiguos de los que se conservan sobre el tema iconográfico del prendimiento, fechado en el segundo tercio del siglo XV, es el que inicia el conjunto de pinturas murales de la capilla mayor de la Iglesia de San Lorenzo, con representaciones que materializan las principales escenas de la Pasión.

Desde el punto de vista escultórico también en el transcurso del siglo XVI encontramos diversas obras que representan dicho relato evangélico siguiendo la iconografía tradicional y con las formas plásticas de la época que caracterizan al conjunto, como el que forma parte de la decoración escultórica del trasaltar de la Catedral de Córdoba.

Con todo, los artistas del Barroco comienzan a nutrirse de esta iconografía, como lo haría Salzillo en su misterio del Prendimiento del siglo XVIII (fig.4), o Caravaggio, incidiendo en el beso de Judas, cargando de fuerza su obra pictórica y dotando de protagonismo la imagen de Cristo. Así, entendemos cómo esta evolución artística justifica la concepción del prendimiento de Cristo por parte de los artistas como una clara consumación de la traición de Judas. Esta tendencia marcaría también a ilustres artistas como Goya, en cuya obra exagera la fealdad de los rostros de los que prenden a Cristo, y especialmente la de Judas, quizás rememorando esa tradición medieval de vincular el feísmo con la maldad, esbozando una escena en movimiento fruto de su impresionismo tan marcado.

Fig. 4: «El prendimiento», Francisco Salzillo, 1765

Así, ya entrados en el siglo XX fundamentalmente, en el apartado de la imaginería procesional también encontramos ejemplos que remiten a este misterio, mostrando en la mayoría de los casos a Cristo con un gesto de acatamiento y de absoluta entrega. Sin duda, figuras insignes Castillo Lastrucci, que consagró su quehacer profesional a la imaginería, centrándose en la ejecución de misterios procesionales, ejercería una notable influencia en los misterios del prendimiento en otros lugares.

Aun así, hemos de establecer la diferencia con respecto al Beso de Judas, que representa el momento en el que el apóstol traidor entregó a Jesús en Getsemaní reflejado en los evangelios de Mateo, Lucas y Marcos, en contraposición al Prendimiento propiamente dicho. Antonio Bernal cristaliza esta idea en nuestro misterio, distinguiendo tres escenas principales que contrastan entre sí: el arresto de Cristo, la indignación de los apóstoles, y el remordimiento de Judas.

En esta línea, Antonio Dubé de Luque dotó a la imagen de Nuestro Padre Jesús, Divino Salvador, en su Prendimiento, de una mirada humilde y sumisa en lo que respecta a los primeros momentos de su Pasión voluntariamente aceptada, afín a las tallas cristíferas características de esta centuria. A este respecto, y teniendo en consideración los repertorios citados, así como el misterio de nuestra Hermandad, resulta sustancial comprender cómo en el prendimiento se construye todo un contraste entre una escena en la cual predomina la tensión marcada por los vicios de los personajes como la traición de Judas Iscariote o la ira de San Pedro al ver a su maestro arrestado tomando la espada (fig. 5) como ya lo figurara Salzillo, uno de los grandes escultores del barroco español.

Fig. 5: Misterio de la Hermandad del Prendimiento de Córdoba (Imagen titular: Antonio Dubé de Luque, 1990; Imágenes secundarias: Antonio Bernal Redondo, 1998-2008)

En contraposición, nuestro misterio representa a Cristo ya prendido en el huerto de los Olivos, siendo presenciado por el apostolado que transmiten la confusión y el dramatismo de la escena, reflejando San Pedro la ira que hacíamos alusión con anterioridad y que suele representarse en estas iconografías: Uno de los que estaban con Jesús extendió la mano y, sacando la espada, hirió a un siervo del pontífice, cortándole una oreja. Jesús entonces le dijo: Vuelve tu espada a la vaina, pues quien toma la espada, a espada morirá ¿O crees que no puedo rogar a mi Padre, que me enviaría luego doce legiones de ángeles?.

Por otro lado, Malco, junto con Quinio (soldado romano con lanza), Cayo (soldado romano con espada) y David (sayón judío con antorcha), se halla tirando de Cristo ya maniatado camino del juicio ante el Sanedrín, dando lugar a la Pasión, a diferencia de otros conjuntos escultóricos como hacíamos alusión en líneas anteriores como el de Salzillo que representa la doble escena del beso de Judas y San Pedro cortando la oreja a Malco, criado del Sumo Sacerdote.

Asimismo, en el misterio del prendimiento, el olivo adquiere un papel importante desde el punto de vista iconológico, y no sólo para contribuir a la contextualización de la escena en el huerto de Getsemaní. El olivo simboliza la virtud de la paz. Así, Cristo es paz tanto como el olivo que necesita del trabajo tranquilo, laborioso y paciente del hombre para que dé sus frutos.

Fig. 6: Detalle de Judas Iscariote, Hermandad del Prendimiento de Córdoba, Antonio Bernal Redondo, 2005

De hecho, en la Antigua Grecia el olivo era utilizado para ahuyentar a los malos espíritus e infundir la paz, concepción que se mantuvo en la tradición judeo-cristiana donde el olivo era símbolo de vida, paz y eternidad. También debemos recordar que, según algunas tradiciones cristianas, la cruz en la que fue crucificado Cristo era de madera de olivo, prefigurando que la pasión inicia y culmina con el olivo.

Finalmente, hemos de hacer un inciso en la imagen de Judas (fig.6). A lo largo de la historia del arte, a Judas se le ha representado vinculado a dos momentos primordiales, tanto la Última Cena, como los momentos relativos a la traición y prendimiento de Jesús, en un segundo plano, mientras el Señor aparece maniatado por el sayón. En nuestro misterio, al igual que en otros de esta misma índole, la presencia de Judas es secundaria, enseñando al público las monedas por las que entrega a Cristo, atributo principal.

En definitiva, nuestro misterio, al margen de la figura de San Pedro armado y Malco, responde a las últimas palabras que dijo Jesús en el momento de ser prendido: ¿Como a ladrón habéis salido con espadas y garrotes a prenderme? Todos los días me sentaba en el templo para enseñar, y no me prendisteis. Por tanto, el prendimiento dota de sentido a la traición de Judas, considerada por la teología como uno de los principales vicios o pecados, motivo que explica que a lo largo de la Edad Media Judas fuese considerado como un verdadero fruto del infierno.

N.H.D. Javier Espejo Ramírez,

Prioste segundo y estudiante del doble grado en Historia e Historia del Arte

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