Del fulgor del rococó a la práctica del bordado: La nueva bambalina frontal de Nuestra Señora de la Piedad

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La instrumentalización del arte ha sido una constante en la historia, encontrándose al servicio del poder de las altas jerarquías sociales, constituyéndose en auténticos mecenas del mismo y articulando todo un lenguaje visual y artístico que respondiera a sus intereses políticos. En este universo simbólico, el arte gozó de una preeminencia esencial, justificando el nacimiento de estilos artísticos en los espacios de poder, como lo fue el rococó en la corte francesa de época moderna. Diversos monarcas potenciaron la creación de diversas variantes estilísticas, hundiendo las raíces del mismo en la época de Luis XIV, eclosionando con el auge de Luis XVI, insertándose por tanto en el contexto de finales del XVII y principios del XVIII, en el que sobresalió el rococó como género ornamental.

Precisamente de este panorama es del que bebe todo el despliegue ornamental que caracteriza la bambalina que, en el día de hoy, 8 de diciembre, día de la Inmaculada Concepción, nuestra hermandad salesiana del Prendimiento presenta y bendice, tratándose de un ejemplo excepcional que visualiza la paulatina evolución y depuración que el rococó fue alcanzando a lo largo del devenir del siglo XVIII. Al tratarse de una pieza excepcional en cuanto a la riqueza de las técnicas empleadas, el volumen alcanzado y la plasticidad que proyecta en conjunto, conviene analizarla desde un punto de vista contextual con el fin de matizar y aproximarnos a las claves artísticas que permiten su óptima comprensión.

A este respecto, la bambalina sigue un estilo decorativo afrancesado, que, si bien nace al albor de Luis XIV, refleja esa refinación que dicho estilo alcanzó una vez inserto en las postrimerías del siglo XVIII con Luis XVI, tomando en consideración las bases ornamentales creadas por Jean Berain y Antonie Watteau, dos artistas esenciales en la evolución al rococó francés, en un momento en que los grandes diseñadores alcanzaron una notable importancia. Precisamente debemos subrayar que cuando tratamos el arte de este momento, no podemos excluir la decoración interior del terreno propiamente arquitectónico, a pesar de considerarse como una de las artes mayores del momento, ya que la labor emanada de estos diseñadores resultó trascendental para evolucionar de esa influencia barroca italiana que triunfaba en las academias del XVII al rococó francés. Por tanto, esto nos permite ser conscientes de la unicidad del estilo artístico que nutre a la bambalina, provocando una ruptura de los cánones asentados en la historia del diseño y bordado que bebían del lenguaje regionalista o barroquizante, a usanza de lo que ocurrió en pleno tránsito del XVII al XVIII en el ámbito cortesano francés si trazamos un paralelismo.

Ello se cristalizó en el plano de las artes decorativas, alcanzado una gran renovación constatada en la Francia de finales de siglo que se tradujo en la riqueza de los nuevos motivos ornamentales que bañaban todas estas piezas. Llevando a cabo una extrapolación, al focalizarnos en el diseño de la propia bambalina, se observa cómo recoge toda esta coyuntura artística, constituyendo una simbiosis de diferentes motivos que materializa ese tránsito artístico hacia nuevas formas articuladas por los diseñadores anteriormente citados. De esta manera, tanto en la parte central como en los laterales se extienden en candelieri toda una rica ornamentación que deriva de los profusos relieves escultóricos extendidos en la arquitectura renacentista y que se convirtió en uno de los elementos consustanciales a la evolución de los diseños de Bérain y Watteau. Por su parte, la parte superior de la bambalina, tanto en los ejes laterales como en el central, se corona con un meandro, que constituyó uno de los préstamos orientalizantes en el repertorio rococó, mostrando ese vocabulario ecléctico que refleja el propio diseño de la bambalina fruto no sólo del gusto por la decoración clásico-renacentista como muestran los candelieri, sino también tomando fuentes visuales de Etruria, Persia, Egipto, etc., reflejando esa diversidad e historicidad de las culturas que caracterizó la significación simbólica del ornamenta rococó y que se recoge en la propia bambalina.

Asimismo, entre los temas concretos destacan las conchas, en diferentes formas y volúmenes, accesorios que servían para ornamentación de grutas que decoraban desde el Renacimiento los jardines cortesanos, extrapolándose al plano ornamental como bien evidencia la bambalina, enriqueciéndose con copas con diferentes variedades florales, palmas, malla y acantos. Todo ello se despliega a lo largo de la bambalina mostrando, a través de la ligereza del conjunto y el contorno de la crestería que difiere de la curva barroca, una de las cualidades esenciales del rococó como fue la subordinación de las partes. Todo este rico repertorio ornamental se simetriza a lo largo del conjunto como ocurría en el plano arquitectónico, realzando el culto a la naturaleza que marcaría esa nueva tendencia en el arte francés, además del alemán, desarrollando un nuevo lenguaje artístico.

Por su parte, la clásica guirnalda floral, anudada a los acantos que son las que recortan la parte inferior y de las que pende el fleco dejando huecos libres de terciopelo y malla, constituye otro de los elementos a tener en cuenta en este diseño, cuya aparición se justifica por el gusto hacia lo clásico en un momento en que existía una clara inclinación hacia ese despliegue ornamental de claras raíces grecorromanas que posteriormente tornaría al gusto neoclásico, formalizando esa idea de eclecticismo ornamental tan presente en la época. A ello se une la presencia de los arabescos que flanquean la parte central de la bambalina, motivo que, en un momento en el que la academia francesa triunfó de la influencia barroca italiana, en los modelos de los bordados y en el arte de los conocidos “parterres” (diseños de los jardines cortesanos a base de lechos florales siguiendo un esquema simétrico) desde el siglo XVI, conoció un nuevo despegue, tomándolo como referencia el propio Jean Bérain en sus ornamentos de superficie.

Esto es una constante en todo el panorama rococó, puesto que el propio Watteau explotó también dichos arabescos, destacando el delicado enmarcado que adquiere una elegante finura como bien refleja la propia bambalina y que son definidos por estos diseñadores. Todo esto define a la perfección la articulación ornamental de la bambalina que toma el modelo de estos diseños que fueron difundidos a través del grabado, extendiendo por consiguiente la moda rococó y que permite que en pleno siglo XXI contemos con piezas de gran calidad, afines a esa estética francesa, siguiendo un estudio e interpretación exhaustiva de la misma como la realizada por Julio Ferreira, como la bambalina que a partir de ahora pasará a enriquecer el altar itinerante de Nuestra Señora de la Piedad.

N.H.D. Francisco Javier Espejo Ramírez (Mayordomo y estudiante de Historia e Historia del Arte)

N.H.D. Julio Ferreira Gaspe (Diseñador)